autor : Fabián O. Iriarte
Cúpla focail: “Leer con pasión y confiar en tus entrañas”
Irlandesas: 14 poetas contemporáneas.Edición bilingüe. Selección y traducción de Leonor Silvestre, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2011.
Cuando el nuevo estado irlandés, en la década de 1920, propuso la enseñanza obligatoria del gaélico en las escuelas de Irlanda, muchas voces se alzaron para protestar. Entonces se
decía que, aunque los irlandeses no dominaran por completo su idioma nativo—tal era el imperialismo del lenguaje del opresor inglés—por lo menos debían poder salpicar su
conversación con “na cúpla focail” (unas pocas palabras).
Un amigo irlandés que vive en Argentina me aclara que no todas las autoridades estaban de acuerdo con esa política. Cuando Éamon De Valera estuvo en el poder (desde 1933
hasta principios de la década de 1970), la idea era que todo el mundo supiera hablar y escribir correctamente el idioma. Durante los primeros cincuenta años del estado, el irlandés
fue un requisito para trabajar en el servicio público: para ser policía, profesor o funcionario civil. Todavía hoy se requiere saber irlandés para ser admitido en la universidad. Lo que
cambió en los últimos años es que ya nadie pretende que se reimponga como el idioma principal de todos los días. Es en el ámbito familiar donde se promueve la idea de “na cúpla
focail”. En el canal de televisión TG4, por ejemplo, todos los programas están en irlandés pero muchos tienen subtítulos (en irlandés), porque se sabe que si no fuera así, aun menos
gente los miraría. Mi amigo dice: “los irlandeses no hablamos irlandés, pero todavía existe; su influencia se advierte todavía en el hiberno-inglés en ciertas palabras y frases; y,
como se nota en esta antología, complementa la cultura irlandesa actual, en lugar de imponerse como la única y auténtica cultura”.
Uno de los primeros focos de protesta contra aquella política lingü.stica fue el periódicoThe Irish Times. Mal podía saber el entonces ministro de educación, J. M. O’Sullivan, que
acusó al periódico de “hostilidad a la lengua nativa”, que éste se convertiría paradójicamente hasta hoy en el último bastión del idioma irlandés en la prensa, desde que en octubre
de 1940 su editor, Bertie Smyllie, contrató a Brian Nolan (hoy conocido como el genial novelista Flann O’Brien) como columnista. O'Brien empezó escribiendo en irlandés, pero
con el transcurrir de los años terminó escribiendo casi exclusivamente en inglés. Su trayectoria como escritor corre paralela al fin del sueño de reinstaurar el irlandés como el
idioma oficial y su conversión en una lengua fosilizada. Myles na gCopaleen (otro pseudónimo de O'Brien) escribió una excelente novela que trata el tema de la “autenticidad” de
los irlandeses nativos, tituladaAn Béal Bocht (The Poor Mouth).
Muchos años han pasado desde entonces, y el gaeilge (irlandés) continúa siendo una lengua poco conocida, pero la antología objeto de esta reseña le rinde homenaje al incluir una
poeta que escribe en esa lengua, Aifric Mac Aodha. No importa que los tres poemas que leemos surjan de previas versiones al inglés que hizo la poeta misma para la traductora.
Más interesante es que uno de ellos es, precisamente, una definición de la figura del poeta. Entre paréntesis, el subtítulo de “El poeta” aclara que los poetas de la Irlanda
temprana solían ser representados comiendo la carne cruda de un gato. Imagen de violencia, animalidad y sangre, pero también de hambre y desafío, que acaso encuentra su eco y
su continuidad en las palabras de Moya Cannon, otra poeta de la antología, cuyo credo, derivado de su ferviente fe en la inspiración, es: “Leer con pasión y confiar en tus entrañas”.
Pasión y entrañas son palabras que bien pueden definir esta colección de poemas. Silvestri declara en el prólogo: “Irlanda será siempre mi otro país”, dejando clara en estas palabras
tan definitivas la atracción que siente por “un país cuyo escudo de armas lleva en el centro, como único emblema, una lira, que desde los tiempos míticos de Orfeo ha sido el
instrumentosine qua non de la poesía”.
La idea de efectuar esta compilación parece haber surgido después de la visita a Argentina de dos poetas irlandeses, Harry Clifton y la ya mencionada Moya Cannon en octubre de
2006. La traductora los entrevistó para la revistaÑ, del diarioClarín. En el curso de esa entrevista, declaraba Cannon: “la poesía es altamente traducible, porque desde algún punto
de vista es una especie de esperanto de las emociones”. Una declaración semejante alienta la traducción, y quizás Silvestri se sintió incentivada a emprender las versiones que ahora
forman parte del libro. A tal punto, que los orgullosos versos del poeta Arthur O’Shaughnessy, que Cannon citó al final de la entrevista, fueron retomados por Silvestri y puestos
como epígrafe de la colección: “Somos los hacedores de música, / Y somos los soñadores de sueños… / Pero somos los que movemos y agitamos / El mundo por siempre, así
parece”.
Gracias a una vasta recopilación anterior,Poesía Irlandesa Contemporánea (Buenos Aires: Tierra Firme, 1999), compilada y traducida por Gerardo Gambolini y Jorge Fondebrider,
conocimos los desarrollos más recientes del género en aquel país. El objetivo de Silvestri es ampliar el panorama, dando prioridad esta vez a las poetas mujeres. Sin estar a favor de
una política de “cupo femenino” ni debido a una especial “lealtad especial”, la compiladora desea refutar la idea convencional de que “hay pocas poetas”. Si bien reducida a
solamente catorce escritoras, entonces, esta selección trata de mostrar varias tendencias literarias, desde las líneas más clásicas y establecidas en el canon, hasta las líneas más
coloquiales e incluso, en el caso de las poetas que practicanperformance, más cercanas a la inmediatez de la inspiración súbita. Silvestre aclara que obvió a la poeta de la voz “más
rutilante y poderosa”, Eavan Boland, precisamente porque al ser tan conocida, el acceso a su obra es menos restringido. (Sin embargo, no estoy seguro de que en Argentina su
figura haya alcanzado demasiado renombre).
Dos condiciones les impuso la compiladora a las poetas que contactó: que le alcanzaran poemas inéditos, y que fueran textos “que sólo podían haber sido escritos por una
irlandesa”. Los resultados de tal restricción, como es de esperarse, son muy variados. El “par de palabras” del poema de Sandra Bunting, “El río salvaje” (“The Wild River”) se
multiplica hasta volverse todo un vocabulario, toda una retórica, toda una imaginería desbordante. Inicial, la lista de nombres de las poetas, leída en voz alta, suena semejante a un
poema litánico: Eva Bourke, Sandra Bunting, Patricia B. Brogan, Moya Cannon, Aisling Doherty, Kerry Hardie, Rita Ann Higgins, Aifric Mac Aodha, Medbh Mc Guckian, Eiléan
Ní Chuilleanáin, Mary O’Donoghue, Nessa O’Mahony, Lorna Shaughnessy y Enda Wyley.
La traductora declara en el prólogo que su presupuesto teórico es “la intraducibilidad de la forma poética”. Y añade: “odio a los traductores malabaristas y a los tecnócratas, soy
poeta y como poeta traduzco; creo que, en última instancia, el sentido de la obra y su significado se completa en la instancia de la recepción.” Por eso elige traducir “artificios,
procedimientos, y efectos más que palabras”. Defensora de la traducción al español rioplatense, Silvestri justifica las elecciones que ha tomado diciendo que tradujo los poemas en
la lengua que se habla y se usa en la región en que nació, que es “heredera de una riquísima tradición de mixturas” y que “lucha por dejar de ser considerada una degradación de
una norma irreal y arbitraria para tener su propio estatuto.” No podemos dejar de pensar en la analogía que se establece entre el español de Argentina y el idioma irlandés.
Traducción “política”, entonces, o una fuerte política de traducción, que se hace evidente en este libro. Recientemente, Miguel Ángel Montezanti, que ya había publicado
traducciones de los sonetos de Shakespeare (Buenos Aires: Longseller, 2003), dio a conocer su nueva versión de los sonetos, esta vez en “español rioplatense” (Mar del Plata:
EUDEM, 2011). Tales paralelismos no pueden ser mera coincidencia. Por dar solamente un ejemplo: en “Pájaros perdidos” (“Lost Birds”), de Sandra Bunting, Silvestri traduce
“No feathers to warm / his balding head, / exposed and public” del siguiente modo: “Sin plumas para calentar / su pelada / expuesta y pública”. En la Argentina es raro que se
distinga entre la calvicie incipiente y la cabeza ya calva, entonces la traductora, fiel a su criterio, elige la expresión popular.
La lectura de esta selección no solamente nos provoca el deseo de leer más poesía irlandesa y de investigar más en la fascinante historia y cultura de la “isla esmeralda”, sino
también algo más: queremos viajar a Irlanda. A escuchar un par de palabras.
(Actualización julio-agosto 2011/ BazarAmericano)